Hace falta pluralidad para la expresión artística en el espacio público: Jorge Marín

J. FRANCISCO DE ANDA CORRAL / EL ECONOMISTA

Hace 22 años que Jorge Marín mostró su primera exhibición en un espacio público. Lo hizo nada menos que en el camellón del Paseo de la Reforma, entre el Museo Nacional de Antropología y el Museo de Arte Moderno, donde su obra tiene “raíces, tanto por la influencia del arte prehispánico como por la inspiración de artistas predecesores que abrieron brecha en el arte moderno y contemporáneo”.

Su andadura artística comenzó en la arcilla y luego transmigró al bronce, hasta convertirse en un referente de la escultura figurativa contemporánea, con más de 300 exposiciones individuales y colectivas, muchas de ellas en espacios públicos, como “Diacronías”, que se inauguró este jueves en el Museo de Artes de la Universidad de Guadalajara, en pleno Festival Cultural de Mayo.

Previo al montaje, Jorge Marín recibe a El Economista en su estudio de la colonia Roma en Ciudad de México, allí donde “se cocina” la obra universal de este escultor, y también sus exposiciones, sus libros, los nuevos proyectos y los talleres que se imparten desde su Fundación.

Queríamos tener una idea más cercana de su trabajo empresarial y de gestión, despojada de la figura romántica del escultor que está detrás de las famosas “Alas de México” y de las esculturas de hombres alados posados sobre esferas, o en movimiento, en el extremo de una balanza, desafiando a las leyes de la física, esas piezas que se han vuelto tan simbióticas con el paisaje urbano en decenas de ciudades alrededor del mundo.

Terminamos además hablando de la función social del arte, de la importancia del espacio público, del fenómeno de Jeff Koons –que “retrata a la humanidad del siglo XXI”–; de la discusión sobre las glorietas en la Ciudad de México y del megaproyecto del Bosque de Chapultepec.

Jorge Marín (Uruapan, 1963) comenzó como estudiante de diseño y artes plásticas, y finalmente alcanzó la Licenciatura en Conservación, Restauración y Museografía, en la ENCRyM, pero lo vida lo llevó a ser un artista plástico de amplio espectro, y además un impulsor de empresas culturales.

“Yo digo que no soy un artista sino dos, vivo en una eterna dicotomía que me está llevando a la locura, pero no por masoquismo, lo disfruto mucho. Por un lado está el escultor ermitaño que vive en el campo (en una  finca campestre de Yucatán) y, por otro lado, el director y productor de empresas culturales (…) Sigo muy de cerca la logística de los proyectos, es una parte complicada, pero muy apasionante; después de que surge una idea, hay que buscar los recursos, hacer sinergias con museos e instituciones; y luego está la parte de la producción, en la realización de una pieza de bronce intervienen muchas personas, entonces tengo que estar atento del proceso y ver si vamos bien o vamos para atrás”.

Hace muchos años que abandonó la carrera de restaurador, pero reconoce que a esa disciplina le debe las técnicas y los estudios en historia del arte, “que ha sido un nutriente a nivel creativo”, afirma. “Si yo no hubiera estudiado historia del arte, mi obra sería más chiquita en el sentido conceptual y tendría mucho menos inspiración”, añade.

La obra y el espectador

Para un artista plástico es fundamental la historia del arte, pero sobre todo la educación visual, porque hacemos imágenes, hacemos nuestra interpretación del mundo con símbolos e imágenes que están allí desde hace mucho tiempo, y cada artista le aporta su reinterpretación, desde una visión humana muy particular, que es lo que le da a uno el sello como artista.

Para un espectador, la experiencia de llegar en frío ante una obra, sin información previa, resulta tanto o más interesante, que admirarla desde la mirada académica y con el antecedente de la formación cultural y artística. “El primer impacto mueve más a la emoción que a la razón”, reflexiona Marín. “Es algo que se sigue debatiendo y da para todo un tema de conversación, pero yo creo que las (experiencias) dos se pueden integrar en una persona, al final la emoción siempre está presente y siempre nos puede conmover una obra, aunque no sepamos su significado y su historia, pero la razón completa la experiencia de ver arte”, dice el escultor.

Sin embargo, afirma que “quien le da sentido al arte, finalmente, es el espectador, porque siempre una obra será un traje a la medida. Por un lado, la obra trae su propia carga emocional y de contenido, pero por otra parte está también la emoción del espectador, su historia personal, y para mí es un maridaje que se hace en el momento en que se encuentran la obra y el espectador, y a algunos les emociona más y a otros menos, depende de qué tanto te ves en ese espejo y qué tanto no te reconoces en él”, reflexiona.

“De allí que me parece que una obra siempre se completa y cumple su función desde la mirada del espectador. Para mí es importantísimo que una obra viva a través del uso que le dan las personas que la ven, porque la justifica”.

https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Hace-falta-pluralidad-para-la-expresion-artistica-en-el-espacio-publico-Jorge-Marin-20220513-0003.html

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.