Es cierto que el ex novio que privó de la vida a una de nuestras estudiantes fue juzgado y hoy cumple su condena, pero eso no resuelve los problemas de fondo. La creación de aparatos de seguridad y la muy ocasional sanción a un individuo, dejan prácticamente intocada la enorme maquinaria cultural de reproducción del machismo que funciona día y noche y desde todos los rincones en esta Ciudad de México.
Ante esa dinámica, son precisamente las instituciones de educación y cultura como las nuestras las que están o deben estar mejor equipadas para conocer a fondo el fenómeno, verlo desde nuevas perspectivas e iluminar propuestas de cambio, demandas y acciones concretas a desarrollar. Generar iniciativas y materiales, aplicarlos, llevar a cabo acciones culturales, desde todas las profesiones y como mujeres, a lo largo y ancho de la ciudad. Con la calidad moral que tienen, además, en un clima de deslegitimación de instituciones, urgentemente les corresponde la responsabilidad de hacerlo. Sobre todo cuando el aparato político-gubernamental ofrece tan poca esperanza de sancionar o encontrar. Es muchísimo más alto el índice de recuperación de autos robados o de identificación de conductores alcoholizados que el de mujeres encontradas.
Como lo hacen las familias y organizaciones que buscan a sus desaparecidos, también las comunidades universitarias no tenemos más opción que organizarnos por cuenta propia. Y de allí que ya en la UACM existan llamados a formar decenas de brigadas que en la zona donde despareció Belén llevemos sus datos y su foto, casa por casa, cuadra por cuadra, preguntando por ella, por cualquier indicio. Estamos comenzando una campaña de difusión en los medios, los familiares están dispuestos a hablar, tendremos conferencia de prensa con ellos y con consejeros universitarios, tenemos contacto constante con la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México y vamos a redoblar nuestra exigencia de que no simple y burocráticamente se tome nota de la ausencia sino que abra una verdadera investigación, como las que vemos que ofrecen rápidos resultados cuando se trata de un crimen notorio.
Como ha sido claro con Ayotzinapa, los universitarios no sólo defienden sus instituciones, también saben salir a defender lo mejor que tiene una sociedad: sus jóvenes de escasos recursos, pero de una enorme riqueza de voluntad. Si fueron 43 los estudiantes desaparecidos de golpe en 2014, con Belén se suma una más a las muchas que luego han venido engrosando esa cifra. Y como ocurrió con los 43, en la UNAM y ahora en la UACM, lo que se está construyendo en aulas y pasillos universitarios son convicciones tan profundas de protesta e indignación que pronto será una fuerza enorme.
Si el aparato político-gubernamental comprende y se suma, podrá contribuir a un cambio, impensable ahora, pero perfectamente posible, mañana. Si se resiste, tendrá un futuro difícil.