ANTIMIO CRUZ/LA CRÓNICA DE HOY
A las seis y media de la mañana ya pueden contarse 15 hombres sentados en el costado oriente de la Plaza de San Jacinto, en San Ángel, Ciudad de México. Desde hace más de quince años ese punto es conocido por los contratistas para encontrar mano de obra, sin contrato ni prestaciones. La mayoría son hombres indígenas que han emigrado desde Oaxaca, Veracruz, Estado de México, Puebla y Chiapas.
Casi todos visten el mismo tipo de prendas: gorra de beisbol, sudaderas con gorro, pantalón de mezclilla y mochila.
“Lo mejor es cuando te contratan por semana o por varias semanas. Si no, hay que trabajar por día y según la herramienta que tengas es lo que cobras. Unos sacan 200 o 300 (pesos) al día, otros hasta 800”, cuenta un joven mazahua llamado Marcos Ramírez Ramírez, de cabeza rapada con corte militar y brazos delgados y largos. Está sentado en la escalinata desde antes de que salga el Sol. En el cielo se mira el brillo del planeta Venus y comienza a aclarar el horizonte.
“Yo espero a otros paisanos. No trabajo solo”, agrega el muchacho que dice tener mujer e hijos en un rancho llamado San Roque, en Villa Victoria, Estado de México.
Según el estudio de ciencia básica “Exclusión, discriminación y pobreza de indígenas urbanos en México”, elaborado por el doctor Jorge Horbath Corredor, investigador de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), al estudiar ciudades de 14 municipios del occidente, centro y sureste de México observaron que de los 35 mil indígenas de reciente migración, que lograron encontrar trabajo en dichas zonas urbanas, casi 6 mil 400 se concentraban en el comercio minorista; 3 mil 200 laboraban en el sector de la construcción; en servicios de alojamiento cerca de 6 mil y en “otros servicios” trabajaban 9 mil 600.
El promedio de ingreso mensual de estas personas, en el año 2010, era de 5 mil 200 pesos, Y se encontró que el promedio de personas en cada vivienda indígena era de 4.25, similar a las familias pobres urbanas. Estos datos permiten entender por qué Horbath Corredor plantea que los indígenas que migran a las ciudades se incorporan al tejido social en condiciones precarias.
ALIMENTANDO EL REZAGO SOCIAL. La realidad del indígena en la ciudad refuerza las estructuras de pobreza, marginación, discriminación y rezago social. Los datos del Informe Ciudad Pluricultural, elaborado por la Academia Mexicana de Derechos Humanos (AMDH) en el año 2008, muestran que el rezago educativo condena a los indígenas a aceptar trabajos precarios.
“En la Ciudad de México la tasa de analfabetismo entre los indígenas es casi cuatro veces mayor que la de la población no indígena: 13 por ciento, mientras que la media de la ciudad es de 3 por ciento. El índice de exclusión educativa de los niños indígenas es de más del doble que el de la Ciudad de México y cuatro veces en el caso de las niñas. Entre los 10 y los 14 años, hombres indígenas presentan un índice de exclusión educativa cuatro veces mayor que el de la capital del país y las adolescentes, de casi ocho veces”, cita el informe, que después establece un puente entre el rezago educativo y el nivel de ingresos.
“El grueso de la población indígena (48 por ciento), percibe entre uno y dos salarios mínimos, frente al 31 por ciento de la población no indígena que comparte el nivel de ingresos señalado. Asimismo, el 18 por ciento de la población no indígena percibe más de 5 salarios mínimos, mientras que la población indígena con una percepción salarial similar no rebasa el 8 por ciento”, informa la AMDH.
En el estudio de Jorge Horbath, quien es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), nivel II, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se detalla que en los dos lugares de mayor recepción de indígenas migrantes en el país, que son la Zona Metropolitana del Valle de México y la zona turística de Quintana Roo, los indígenas aceptan empleos en las áreas de mantenimiento y construcción, sin acceso a programas de vivienda, salud o ahorro para la vejez.
“Vemos, por ejemplo, que en Cancún algunos llegaron atraídos por empleos que ofrecían algunos derechos, pero en los últimos años las variaciones en el número de turistas a lo largo del año hacen que sólo los contraten por periodos específicos. Algo muy común es que los primeros en migrar son los hombres que llegan a las ciudades sin un lugar dónde vivir y duermen en las calles algunos días hasta que encuentran su primer trabajo y en cuanto logran engancharse con alguna actividad, contratan un cuarto o se unen a algún grupo de otros migrantes en las zonas periféricas de las ciudades”, indica Horbath Corredor.
Los estudios realizados durante más de 8 años por Horbath demuestran que la situación de exclusión y marginación de los pueblos indígenas se intensifica cada vez más. En el caso de los que migran a las ciudades, son excluidos de la planeación y construcción del sistema social urbano. También documenta que existe una discriminación social e institucional hacia los indígenas urbanos, así como grandes dificultades para que ellos tengan acceso a servicios públicos como salud, educación y vivienda, por lo que busca que el tema esté presente permanentemente en la elaboración de estudios y en la política pública.
MÁS COMPETENCIA. En la Plaza de San Jacinto, en San Ángel, se miran tres jóvenes jornaleros dormitando en una banca, detrás de Marcos Ramírez quien, con su cara todavía infantil, dice que no se considera habitante de la Ciudad de México porque sólo viene por temporadas. Además, confiesa que cada vez hay más competencia para contratarse en obras.
“A las 8 de la mañana ya hay más de 50 hombres aquí, agarrando trabajo. A veces hay faenas aquí en las casas grandes que están cerca, pero otras veces algunos se quedan en las obras y ya trabajan un tiempo y vuelven luego cuando acaba la obra”, comenta el joven mazahua.
Frente a la escalinata de la plaza se estaciona una camioneta pick up roja con una manta que dice “Ayudantes en general”. Es el momento de terminar la plática y acercarse al posible empleador. Detrás de esta camioneta se miran las luces encendidas de los primeros negocios que comienzan a trabajar en San Ángel y arriba, en el cielo, se ve la luz del planeta Venus, media hora antes de que salga el Sol.
No obstante, para los grupos tobas que se asentaron en barrios perif ricos y asentamientos irregulares, la vida en la ciudad proporcion otras posibilidades de reproducci n con la ocupaci n en el rea de la construcci n, recolecci n de residuos o en el sector informal. La producci n y venta de artesan as es parte de las estrategias econ micas dentro del contexto urbano, a la vez que motivo de reivindicaci n identitaria en el conjunto de toda una serie de luchas que incluyen aspectos pol ticos, sociales y culturales.